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Álvaro Sánchez, FiT (t2ó ONE): “La salida de OpenAI a Bolsa podría polarizar el mercado de la inteligencia artificial”



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OpenAI ganará autonomía financiera, pero sigue dependiendo del músculo comercial y la infraestructura de Microsoft

Publicado el 5 jun 2025

Rufino Contreras

Redactor Jefe



Álvaro Sánchez

¿Qué se sabe hasta ahora sobre la renegociación entre OpenAI y Microsoft?

¿Quién dijo que el mundo de la Inteligencia Artificial era aburrido? Mientras algunos aún están peleándose con el Excel (en mi caso, depende del día), en Silicon Valley se están jugando el futuro de la tecnología a golpe de talonario y cláusulas secretas. OpenAI y Microsoft están renegociando su “relación” para ver quién se queda con el pastel cuando llegue el pitido final de la salida a bolsa. ¿El premio? Controlar el mayor motor de innovación (y de negocio) de la década. No es poco…

OpenAI y Microsoft están inmersos en una renegociación clave de su alianza, con el objetivo de facilitar la futura salida a bolsa de OpenAI sin que Microsoft pierda acceso prioritario a los modelos de IA más avanzados. Así, el corazón del acuerdo gira en torno a dos puntos:

  • La participación accionarial que recibirá Microsoft en la nueva estructura con ánimo de lucro de OpenAI, a cambio de los más de 13.000 millones de dólares invertidos hasta la fecha.
  • El acceso a la tecnología futura: Microsoft estaría dispuesta a ceder parte de su participación a cambio de acceso garantizado a las tecnologías que OpenAI desarrolle después de 2030, fecha en la que finaliza el acuerdo actual.

Ambas partes también están revisando los términos del contrato original, que data de 2019, para adaptarlo al nuevo escenario de crecimiento y a la posible entrada de nuevos inversores tras la IPO (Initial Public Offering, por si no te suena el término que para que no tengas que buscarlo con IA).

¿Qué implicaciones tendría para el mercado que OpenAI decidiera salir a bolsa tras esta renegociación?

La salida a bolsa de OpenAI supondría un cambio de paradigma en el sector de la Inteligencia Artificial:

  • Atraería una avalancha de capital y aumentaría la presión por resultados comerciales, acelerando la innovación y la competencia en IA.
  • Podría disparar la valoración de OpenAI (ya ronda los 260.000-300.000 millones de dólares), situándose al nivel de gigantes como Coca-Cola, y consolidando su posición como referente global en IA.
  • El mercado se podría polarizar aún más: la alianza reforzada con Microsoft y el acceso prioritario a la tecnología podrían dificultar la entrada de nuevos actores y aumentar la dependencia de las marcas y empresas tecnológicas respecto a estos grandes players.

¿Cómo podría cambiar la relación de poder entre OpenAI y Microsoft si esta renegociación se consolida? ¿Quién gana más y por qué?

Con todo ello, Microsoft se asegura el acceso a las tecnologías más punteras de OpenAI incluso más allá de 2030, lo que le permite mantener su ventaja en el desarrollo de productos y servicios basados en Inteligencia Artificial, como Azure o Copilot.

Por su parte, OpenAI gana autonomía financiera y una mayor capacidad para atraer nuevos inversores, aunque sigue dependiendo en gran medida de la infraestructura y el músculo comercial de Microsoft.

En el reparto de poder, creo que la balanza sigue inclinándose a favor de Microsoft, aunque la salida a bolsa podría equilibrar ligeramente la situación al diversificarse el accionariado de OpenAI. Aun así, la compañía de Redmond es la gran beneficiada en el corto y medio plazo, ya que garantiza su acceso a la innovación y refuerza su posición frente a rivales tan potentes como Google o Amazon.

¿Qué riesgos conlleva la creciente concentración de capacidades de IA avanzada en manos de grandes tecnológicas como Microsoft, Google o Amazon?

Por supuesto, mientras OpenAI y Microsoft negocian su futuro a golpe de miles de millones, Google no se queda de brazos cruzados. Tras el último Google I/O, la compañía ha dejado claro que vuelve a la carga con Gemini 2.5 Pro, nuevas funciones de IA en todos sus productos y un “modo IA” en la búsqueda que promete cambiar las reglas del juego. Ahora sí, la carrera de la inteligencia artificial tiene dos grandes corredores en plena forma, y el liderazgo puede cambiar de la noche al día. Así que, si parpadeas, te lo pierdes… y si pestañeas dos veces, igual tu competencia ya está usando el próximo gran modelo antes que tú.

A medida que disminuye el número de actores que controlan la IA, también se reduce la diversidad y la competencia, lo que limita las opciones de las marcas a la hora de elegir soluciones realmente potentes, independientes y personalizadas.

Además, existe un claro riesgo de lock-in, ya que las empresas pueden quedar atrapadas en los ecosistemas de estos grandes players, dificultando la migración o integración con otras plataformas. Esta concentración otorga a estas compañías una influencia desproporcionada (que también se están esforzando por conseguir),, permitiéndoles marcar el ritmo y las reglas del juego tanto a nivel técnico como comercial y regulatorio, lo que puede afectar directamente a la soberanía tecnológica de países y empresas.

Por si fuera poco, el hecho de que el control de la IA esté en tan pocas manos incrementa los desafíos éticos y regulatorios, elevando los riesgos de sesgos, falta de transparencia y problemas de privacidad a escala global.

¿Qué papel puede jugar Europa en este contexto de concentración tecnológica global? ¿Qué riesgos pueden temer las empresas europeas si se acentúa esta dependencia?

Europa, aunque está dando pasos (como el proyecto ALIA en España), sigue muy por detrás en inversión y desarrollo de IA respecto a EEUU y China.

Para evitarlo, Europa debe apostar por una inversión mucho mayor en IA, fomentar la colaboración público-privada y desarrollar marcos regulatorios que garanticen la ética y la transparencia, pero sin frenar la innovación.

El principal riesgo es quedar relegada a un papel de consumidor de tecnología, perdiendo capacidad de influencia, autonomía y competitividad.

Las empresas europeas pueden verse obligadas a depender de plataformas y estándares impuestos desde fuera, con menor control sobre sus datos y procesos críticos.

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